Y lo haces porque he visto como decenas de aficionados de la Asociación El Toro de Madrid y la Asociación Cultural Taurina Chenel y Oro invertían su tiempo y dinero en emitir 4.000 ejemplares del Nº62 de “La Voz de la Afición” y 5.000 ejemplares del segundo poster de “Aprende a ver toros”, respectivamente, para ver como los asistentes a la cuarta del otoño venteño evitaban cruzar miradas con ellos como si de Testigos de Jehová se tratase, para, a la postre, explicarles el toreo.
Y sí, quizá existan tantos “toreos” como “aficionados” podamos contar, pero, permítame cuestionar a aquellos que, todavía, no han sido capaces de perder siguiera dos minutos en “Aprender a ver toros”.
La tarde, que quedó condenada el pasado 16 de agosto con el anuncio de los toros de Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto, no vino sino a confirmar que esta ganadería no debe lidiar más en Madrid. Al menos, en los próximos años.
Y es que, a pesar de que la presentación cumplió, en líneas generales, con lo que Madrid demanda, volvió la corrida convertirse en un desfile de mansos, independientemente de si la procedencia era Atanasio o Domecq, dejando claro que, quizá, el problema no está en la sangre. De esta ecuación podríamos, no sin esfuerzo, excluir al primero de la tarde, que, aunque manseando, se dejó; al segundo, que aguantó dos tandas de suma importancia; y el sexto, que fue el toro más completo de la jornada. Al tercero, que fue devuelto por una teórica lesión (solo se le vio mansear), le suplió un “Juanpedro”.
Manzanares acompañó, de forma ventajosa, las sosas embestidas de sus oponentes, que se sucedieron bajo los intensos acordes de las palmas de tango y un intermitente sonido de viento. Y es que a su actuación no la salvaban ni “los que no han aprendido a ver toros”
Román rubricó los compases de mayor importancia de la tarde. Citó de largo al segundo, un toro que quiso irse a cada muletazo, pero al que consiguió sujetar dos tandas que reunieron muchas de las cosas que Madrid demanda. Ambas rematadas con pases de pecho de bellísima factura. a faena culminó con una persecución al burel, en busca de unos terrenos que no se tocaron. Y es que, que importantes es tocar el terreno correcto con estos mansos.
Tomás Rufo, por su parte, sembró la discordia en el sexto tras pasar desapercibido en el tercero. Lo que para muchos supuso una actuación meritoria, para otros tantos no pasó de una faena ventajista, fuera de sitio y sin apenas fondo. Fueron un par los remates que pusieron a todos de acuerdo, pero ni rastro de aquel torero que conquistase Madrid hace apenas un par de años. Por aquel entonces, no había lugar a dudas. La petición no fue atendida y el de Talavera se dio una vuelta para recibir la ovación del 4 -como si del nuevo Juli se tratase-.
El año que viene, volveremos a sufrir a El Puerto un par de tardes, a Manzanares otras tantas y a Rufo más de lo mismo. No por los méritos, sino porque “llenan”. El año que viene volveremos a sufrir la discordia entre quienes pierden dos minutos en corresponder el trabajo de sus iguales, y aprender de toros, y los que no. El año que viene, si esto no cambia, volverás a dolerme.