El oso de anteojos (Tremarctos ornatus) es un ursidae al que un dibujo en forma de gafas da un aspecto simpático. Habita en bosques de Los Andes, aunque parece que se está expandiendo hasta la región de Darién en Panamá.
Según el Inca Garcilaso fueron las grandes batidas de los propios incas quienes redujeron su población, hoy calculada en algo más de ocho mil ejemplares. Está clasificado como vulnerable. Los mayores problemas para esta especie vienen de la caza furtiva (por sus pieles o acusados de matar animales de granja) y la roturación de terrenos. Controlando ambas le iría mucho mejor.
Unas quinientas mil hectáreas de la Península Ibérica están ocupadas por dehesas. Debido a su altísimo valor ecológico figuran protegidas por la Red Natura como Hábitat 6390, ya que ellas preservan tierras sin roturar y tienen agua, lo que ayuda a numerosa fauna silvestre. Sobre todo las de ganado de lidia; apenas entran humanos guardadas por los toros. Además de que la media de bravo por hectárea es de 0,25 UGM en vez de las 0,6 del manso. Y es que, el que sea de cuatro hectáreas por res en el de lidia favorece la reposición arbórea. No olvidemos que la encina o el alcorque, por citar solo
dos, son de crecimiento lento.
Yo conocí al César Rincón en un restaurante de Sangüesa, donde toreó un festival. Al año siguiente se convirtió en gran figura, con sus cuatro salidas consecutivas por la Puerta Grande de Las Ventas, precisamente en la ciudad del oso y el madroño. Fue paseado en su Colombia con un aclamado desfile
por las calles, recibido por el presidente y premiado con la máxima condecoración, la Orden de Boyacá. No en vano es un pagador de impuestos, proveedor de divisas y divulgador de su patria por el mundo.
De origen humilde, tras una extraordinaria carrera profesional posee ganaderías aquí y allá. La última vez que hablé con él fue en los pasados Sanfermines y doy fe de que conserva su sencillez, bonhomía y señorío. Podría contar aquí muchas anécdotas que confirman esas virtudes. Igualmente su padre era muy
simpático.
Ahora resulta que, gobernada Colombia por el que fuera miembro del grupo terrorista FARC, Gustavo Petro, han dedicado parte de los impuestos a derribar una muy merecida estatua que tenía el maestro (se ve que también allí hay talibanes rompe monumentos) para levantar otra al oso de anteojos. Animal que, ni se va enterar del dispendio, ni será beneficiado por él. Más le valdría al úrsido que esos dineros los hubieran utilizado para luchar contra la caza furtiva y proteger el ecosistema, como sí hacen las fincas de Rincón.
Claro que, para ello, los anteojos se los tuvieran que poner los ecologistas de postureo, esos que la fundación Franz Weber trasladará hasta Inca para manifestarse contra la libertad y los toros. Quizás no hicieran tanto el oso.
JESÚS JAVIER CORPAS MAULEÓN