8 de diciembre de 2024

Rotundo lleno para Diego Urdiales en el Club Taurino de Pamplona

Caían cuatro gotas. El reloj pasaba poco de las siete cuando departíamos, entre amigos, con Diego Urdiales en una terraza. Bajo una leve llovizna fuimos hasta el Club Taurino de Pamplona comentando anécdotas o asuntos de la lidia y el ganado.

La sala esperaba al matador llena hasta la bandera; no es raro. Fue ovacionado ya en el paseíllo; lógico, se trata de un maestro que gusta mucho a los aficionados. ¡Cómo toreará Urdiales que tiene por seguidor a Curro Romero, ahí es nada!

Y es que Diego no sabe torear: no sabe torear sin pureza ni arte, digo; siempre los hay es sus faenas. Y sentimiento, mucho sentimiento. El de Arnedo con los trastos despide un perfume de Sevilla y de verdad.

Y de verdad, como es su toreo, fue su disertación. Antes había glosado su biografía el presidente de la sociedad. Acabado, una nueva tanda de aplausos fue para quien luego habló; sincero, claro,  explícito; y, a la vez, pausado, con temple; en la larga rueda de preguntas, paciente y sin taparse.

La ovación final fue de gala. Después disfrutamos de mesa y mantel, ya con conversación más sosegada.

Hay que agradecer a esta figura que se desplazase para compartir sus vivencias con nosotros. Además, «navarros, aragoneses y riojanos, primos hermanos» dice el refranero. Así que es un orgullo que riojano sea uno de las baluartes del toreo caro.

Ocurrió el jueves. Al despedir a Diego me pareció ver brillar el albero maestrante; sin embargo era de noche y caían cuatro gotas…

Jesús Javier Corpas-Mauleón

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