Enrique Ponce, que se despide este sábado 28 de Las Ventas, no solo es protagonista de esta Feria de Otoño sino que también lo ha sido en la Revista (T)ORO, revista del abonado de la plaza, y le ha concedido una entrevista al periodista Gonzalo Bienvenida.
¿Cómo se está encontrando desde que reapareciera en Nimes en el mes de mayo?
Estoy muy feliz, me he encontrado muy bien en esta temporada de despedida. Estoy viviendo muchas emociones. El cariño del público cada tarde me hace sentir algo difícil de explicar. Por un lado el agradecimiento a tantas muestras de afecto y por otro la tristeza de saber que son las últimas veces.
¿Qué le motivó a volver a los ruedos tras su repentino adiós de 2021?
Muchos aficionados me decían que no me podía ir así. Está siendo muy bonito. Me alegro de haber dado el paso por todo lo que estoy viviendo en este 2024. No quería
una temporada completa de 50 o 60 corridas, quería algo más exclusivo. Plazas que han marcado mi trayectoria, sin duda entre ellas está Madrid, aunque sea un trago.
¿Por qué se retiró?
Tenía ganas de parar. No sabía el tiempo que necesitaba pero sí sentía que no debía seguir toreando en ese momento. Lo hice tras una tarde triunfal en León, es decir, con buenas sensaciones. No fue un arrebato por una mala tarde, ni mucho menos. El comunicado decía que era un parón indefinido. Ni me he cortado la coleta, ni me la voy a cortar. Según fue pasando el tiempo fui sintiendo que debía despedirme, especialmente por cada aficionado que me decía: “No te puedes ir así”. Tenían razón.
¿Se ha encontrado al nivel al que se fue?
Aunque no toreara en público y desconectara tanto el tiempo que estuve retirado (de junio 2021 a mayo 2024) mi mente pensaba enel toro. No me planteaba entonces volver, echaba alguna becerra entre amigos para disfrutar. Ahora siento el poso que he adquirido con el tiempo. Me he encontrado como si viniera toreando todos los días. En Nimes tenía dudas, antes de hacerel paseíllo sentía como si nunca hubiera toreado. Una sensación de incertidumbre muy extraña después de 30 años toreando. Aquel día me encontré muy bien delante de los to- ros y en cada tarde de la temporada me he ido encontrando mejor.
Ha batido todos los récords empezando por las diez temporadas en las que superó los cien festejos en Europa. El mayor número de indultos, enfrentarse a todos los encastes, alternar con todos los compañeros…
Siempre he tenido ambición. En mis sueños estaba ser figura del toreo e incluso intentar ser uno de los toreros más importantes de la historia. Veo los números y me impresiona. Nunca he perseguido el récord, eso ha sido fruto de buscar en mis sentimientos la forma de comunicarme con la afición. He querido torear bien, evolucionar, no conformarme con nada de lo conseguido. Tener humildad para mejorar.
En este punto de madurez personal y artística ¿considera que ha conseguido ‘torear bien’?
Me voy tranquilo porque he toreado como soñaba torear.
Decía que Madrid es un trago.
Ha sido una plaza importantísima en mi vida. Conozco bien la exigencia de Las Ventas pero me hace ilusión despedirme de Madrid porque me he sentido tan exigido como querido. Triunfé desde novillero. Es una de mis plazas, he tenido tardes históricas. No solo en las que he abierto la Puerta Grande.
¿Se ha sentido comprendido en la plaza más exigente?
Es de las plazas que puedo decir que ha habido muchas tardes grandes. Por eso estoy aquí. Madrid te da la importancia, la categoría, el caché. Te lanza al principio y te revalidaa lo largo de tu carrera. Si he sido quién he sido en el toreo en mucha medida es gracias a Madrid.
De novillero tuvo un ambiente inigualable.
Tuve mucho cartel de novillero. Me presenté en el 88, tenía 16 años, pero aparentaba 13. Impactó porque veían a un niño estar como ellos pedían a los matadores. Recuerdo que paré cuatro novillos porque se lidiaron dos sobreros en aquella novillada de Lupi. El segundo sobrero fue de La Fresneda, un auténtico toro. Ya esa noche se dijo lo de Enrique Ponce y dos más la semana que viene.
Y le repitieron ipso facto.
La segunda fue de Salvador Domecq. Formé un lío gordo… no sé lo que hubiera pasado si lo mato. Estaba la afición conmigo y la faena alcanzó cotas que aún nunca había vivido. Fue muy importante. En las Fallas de 1990 tomó la alternativa de manos de Joselito y en presencia de El Litri. Aquel año, en Otoño, confirmaría con Rafael de Paula y Luis Francisco Esplá. Fue una corrida de Diego Garrido, tenía 18 años. Dejé buenas sensaciones. Ese invierno se habló mucho de aquella tarde. Por encima de todo eso, resultó muy importante a nivel interno.
Al año siguiente, antes de la feria estoqueó la de Cuadri.
Fue algo que surgió. Teníamos cerrada la contratación para San Isidro. Nos llamaron para la confirmación de Raúl Zorita con César Rincón con quién ya tenía muy buena relación y me parecía de justicia que toreara en Madrid. Fue una corrida complicada, algunos pensaron que simplemente la mataría pensando en el San Isidro que venía por delante, pero di la cara en una tarde muy comprometida, estuve muy bien.
La relación con Madrid se iba forjando.
Así es. Cada tarde sentía que la afición me iba cogiendo con mayor cariño. Hubo un toro de Los Bayones al que corté una oreja en ese San Isidro. Supe leer lo que Madrid quería. Entré rápido, sentí mucho respeto y apoyo.
La temporada de 1992 fue decisiva.
En la Beneficencia con los toros de Samuel Flores abrí por primera vez la Puerta Grande. Venía de haber cuajado un toro de El Puerto de San Lorenzo al que si le pego un espadazo le corto las dos orejas. Terminé la temporada matando seis toros en la Feria de Otoño, con 20 años. Todo eso queda en la memoria de Madrid.
Se sucedieron las temporadas del 93, 94, 95 y 96 en las que si entra la espada hubiera alcanzado de nuevo la gloria de la Puerta Grande.
Sentía una exigencia fuerte pero en esos años mi relación con Madrid fue muy intensa. Todos los años daba mi golpe en la mesa en San Isidro. Es cierto que esos años falló la espada, pero recuerdo la emoción de la faena al toro de El Puerto en el 93 que después de un pinchazo volví a torear por abajo subiendo de nuevo la faena. Tardes con toros de Samuel o la de Sepúlveda del 94. Son muchos los recuerdos.
De esas cuatro temporadas luminosas sólo ensombrecidas por la espada, muchos aficionados recuerdan la faena al fiero ‘Lironcito’ de Valdefresno del 96 que supuso su consagración por no escatimar en esfuerzos.
‘Lironcito’ marcó un antes y un después… Diría que forma parte de mi historia en Madrid. Una faena en la que se vio como la exigencia se cambiaba por entrega por parte del público. Es una gran prueba de que siempre he dado la cara. Madrid es muy dura pero tiene memoria. Me he considerado un torero del gusto de la afición de Madrid entre otras por tardes como esas en las que lo he dado todo, he resuelto problemas a toros complicados, he toreado bien en cuanto he podido y he sentido que la gente se ha roto conmigo.
La responsabilidad de figura le ha llevado a anunciarse con todos los encastes.
Ha sido una tónica en mi carrera no sólo en Madrid. En concreto en Las Ventas he matado Victorino Martín, Samuel Flores, Cuadri, Atanasio Fernández… de todo. Madrid lo valoraba. Jamás me he aliviado, me he anunciado con corridas muy serias.
La segunda Puerta Grande fue en un mano a mano con César Rincón en una Goyesca del Dos de mayo.
Corté una oreja al toro de Juan Pedro Domecq. La faena de la tarde fue con el de Victorino pero lo pinché… El de Samuel fue muy serio, muy exigente. Aposté y salió cara.
Se conjugó el acierto con la espada y la plenitud artística en 2002. ¿Fue la Puerta Grande más rotunda?
Fue muy bonita, fueron tres orejas… Diría que ha sido mi tarde más completa. Además prácticamente reaparecía de una cornada fuerte que había tenido en Sevilla. Demostré mi evolución. Corté dos orejas al primero de Javier Pérez-Tabernero. Le tenía cortadas otras dos al de José Luis Pereda. Fueron las dos faenas muy redondas. Tarde muy maciza, muy del gusto de Madrid. Entendí bien lo que gustaba en esta plaza. El toreo por bajo, la forma de andar por la plaza… Ese día salió todo.
El número de hitos (con o sin trofeos) es inabarcable en este repaso. La cuarta Puerta Grande llegó en la madurez, en 2017.
Fue otra tarde muy completa. Hay que tener en cuenta que abrí la Puerta Grande pinchando los dos toros, es decir, que si los mato a la primera el resultado hubiera sido más abultado. La corrida de Domingo Hernández no fue fácil, tuve que desplegar mucha técnica, mi faceta más lidiadora. También se vio el toreo clásico que siento, el torear bonito… Ocurrió algo parecido aunque sin poder triunfar con esa rotundidad el año anterior con una corrida durita de El Puerto que volví a sentir la comunión que hemos comentado que sentía en los 90 con esta plaza. Madrid ha sido una plaza que me ha visto más con el toro complicado que con el toro bueno.
Volviendo al planteamiento inicial de su temporada 2024. Dado que está siendo una gira para recoger el cariño de la afición y despedirse tras toda una vida dedicada al toro. ¿Se planteó en algún momento no pasar el ‘trago’ de Madrid?
La verdad es que no. No podía irme sin despedirme de Madrid. Es de las plazas que más me ha dado. Estoy agradecido por todas las veces que Madrid me ha dicho sí. Profesionalmente puedo decir que no me hacía falta volver a Madrid pero tenía la necesidad interior de hacer este último gesto de responsabilidad. También te digo que una figura no puede ser sólo un torero que triunfa en Madrid, luego tienes que triunfar en todas las plazas. En mi caso ahí están mis cifras en Europa y América.
Estuvo ausente de la feria de San Isidro durante cinco temporadas, del 2009 al 2013.
Soy una persona que no tiene problema en arrepentirse de lo que no hago bien. Cambiaría muchas cosas de mi vida si pudiera. En este caso no me arrepiento de haber faltado a Madrid en esos años. Creo que lo tuve que hacer. Fueron varios los motivos, tuvimos desavenencias con Taurodelta que no me contrató para ninguna de sus plazas en ese periodo. Por otro lado, aunque quería ir a Madrid, quizá viniera bien dejar ese tiempo. Después hicimos las paces, no les guardé ningún rencor. Simplemente no había acuerdo, ellos sabían que las condiciones que me ofrecían no las podía admitir.
¿Qué le ha dado Madrid?
En un momento crucial para mí me dio la sensación de estar en lo más alto. Eso no te lo puede dar ninguna plaza. Cada año yo pegaba un zambombazo. Esa comunión con Madrid era como que revalidaba todo lo que estaba haciendo por las plazas. Me dio la vitola de figura.
¿Qué espera de la afición en esta tarde tan significativa?
Va a ser mi último paseíllo en Madrid. Espero que me reciban con el cariño que siempre me han tenido. Madrid para eso es especial. Se me exigirá más o menos delante del toro pero la gente va a respetar mi trayectoria en el toreo. Tiene memoria, sabe quién es cada uno. Espero que la gente sea consciente de lo que está ocurriendo ese día. Hay mucho aficionado en esa plaza. Me estarán viendo por última vez. Madrid lo valora.