Empiezo esta crónica para abrir boca realmente. Para desengrasar. Hoy torea Morante en Madrid y la pluma debe estar afilada para captar todo aquello que el Genio nos pueda enseñar. Una corrida de Adolfo amarga como el café, público infumable, toreros esforzados pero por debajo de algunos toros. Una tarde perfecta para aburrirse pero que no fue así. Vamos a ello, despacito, como tienen que hacerse hoy las cosas.
Seis de Adolfo, muy parejos e igualados, algo por debajo de lo que esperábamos de presentación –tenían muy poquita plaza–. Encastados en general, pero flojitos de fuerzas. Toros de los malos de Victorino antiguamente. Los 5 que se lidiaron murieron con la boca cerrada. Antonio Ferrera –de blanco y oro–, Fernando Robleño –de marino y oro– y Manuel Escribano –de verde botella y oro–.
Ferrera: el ying y el yang. Un primer toro que flojeaba, soso y a media altura, reservón, parado, con el que se fajó como pudo. Pronto y en la mano, también templando, Ferrera le sacó algún natural de escándalo, pero apenas dos o tres muy dispersos. Estocada trasera. Con el cuarto estuvo mejor, un toro muy colaborador, sobrero de Martín Lorca, flojo igual que el Adolfo devuelto por lesión en el caballo y que hubo que apuntillar en el ruedo. Muy templado midiendo al toro, sin forzarlo, esforzándose por aguantarlo y que no se viniera abajo. Lo pitaron aquí mis primos, los que se autoproclaman jueces de la Fiesta, por mantener el toro en pie. Lo que yo digo: o protestamos de verdad el toro o no hay derecho de protestar nada más, porque con el revuelo de los borrachos en el 5 y en el palco 12 no había manera de que nadie distinguiese los pitos flojos de un 7 muy diluido. Total, que amargadito se fue Ferrera a por la espada. Estocada honda tendida. Saluda una ovación en el tercio, y silencio en su segundo.
Robleño se despedía de San Isidro, que no de la plaza. Lo quisieron sacar saludar antes de que saliese su primero, lo declinó –muy torero–. El segundo toro, Madroñito, nº26, fue un toro duro y difícil, en bravo, a más. Por el izquierdo desplazándose menos cuanto más en tablas estaba. Por el derecho humillador y con gran recorrido si se le bajaba la mano. Cumplidor en varas. No lo entendió Robleño y acabó dándole la faena contraria a lo que pedía el toro, en el tercio todo el rato. Se le fue. Destacable una tanda por derechazos más cuajada, pero desaprovechó el toro y no apostó en ningún momento por él. Estocada tendida. Con el segundo, un toro que resultó más parado, lo vio más fácilmente y sí que supo qué hacer.
Cruzándose al pitón contrario, supo dominar mejor al revoltoso toro por el pitón derecho y le sacó por la izquierda los mejores naturales de la tarde, muy templados en el medio viaje que el toro regalaba cada poco, gazapón como era el animalito. Estocada honda tendida tras aviso. Silencio y vuelta tras petición minoritaria.
Escribano, como siempre, muy esforzado. Un tío serio y que lo da siempre todo, sólo le falta saber leer bien los toros. El tercero flojo y revoltoso, además de defensivo y tirando derrotes, muy tobillero. Toro de los malos Albaserrada, aquellos que si le echabas valor te ponían a funcionar. Le echó valor Escribano, que consiguió hacer pasar al toro por el pitón izquierdo cuando parecía que no se podría con él. Por el derecho no tenía ni uno. Estocada trasera, caída y tendida tras pinchazo arriba. Un aviso. El sexto se le fue, de manera escandalosa. No diremos que no lo intentó, pero se le fue y le comió el toro porque, como Robleño, no lo supo entender. El toro, Madroño, nº90, fue el toro completo de la corrida. En varas bueno,
sin locuras pero bueno, y a más en la muleta. En banderillas ya lo marcó: en el tercio y en tablas apretaba, y tuvo ya un sustillo Escribano en el segundo par de banderillas. En los medios iba más largo y se le podía bajar mejor la mano. No lo hizo, y le planteó una faena de valor pero a base de banderazos en el tercio, cosa que el toro protestaba. A más, y cuanto más se le iba a Escribano más quería embestir el toro. Una auténtica pena. Se fue a porta gayola. Estocada muy trasera tras aviso. Silencio y ovación en el tercio.
Mención aparte merece el contexto social de la tarde. En primer lugar, lleno de borrachos pendencieros, a puntito de llegar a las manos en varios momentos y con los nacionales con más trabajo que nunca. Vergonzoso. Igualmente llena la plaza de isidros que querían despedir un San Isidro más y que no podían hacerlo hoy en la Beneficencia. Igualmente mención merecen cuatro mujeres que tenía detrás en el palco, muy simpáticas, pero a las que suplico que si coincidimos de nuevo sean tan amables de moderarse. Entiendo que es difícil, con amigos de toda la vida es difícil no entregarse a la conversación, pero estamos en los toros disfrutando del último rito sacrificial que vive en el mundo, por eso hay que estar como en misa. La conversación del Hola para antes, y para después. En los toros hay que atender como si hablase uno con Dios
En fin, hoy Morante. Llueve otra vez el agua del duende sobre las Ventas, si los de Juan Pedro lo permiten, y ha llegado de nuevo el día de Reyes en pleno mes de Junio. Ya estamos en capilla.
~ R. A. M. M.