Plaza de carros. Plaza de carros, y es lo más suave que se me ocurre. Entre “neoaficionadillos”, isidros y palmeros está la plaza preciosa de verdad, preciosa… el desecho ganadero, unido a la apatía general de los matadores y el complejo de ausencia que tiene el público este año han hecho de la tarde de ayer el culmen de un espectáculo podrido que parecía haberse difuminado la tarde del miércoles. Sobre la tarde del Jueves no diré nada, sólo que espero sinceramente que José Enrique Fraile de Valdefresno se recupere de esa corrida que, en perspectiva, no fue tan mala como nos la pintan, aunque sí descastada. Sobre la de ayer… bueno, es de lo que espero hablar ahora. Triste tarde para recordar a Gallito.
Corrida remendada que, ni con dos hierros distintos, han conseguido aprobar entera. Toros de El Puerto de San Lorenzo (primero y segundo), La Ventana del Puerto (cuarto y sexto) y Victoriano del Río (tercero y
quinto). De plaza de segunda los de la familia Fraile excepto el sexto. Una carta de presentación cutre desde por la mañana, como habitualmente en esta casa. Bien presentados los de Victoriano. Descastados en general. Colaborador el quinto de Victoriano. Terna de toreros: José María Manzanares –de marino y oro–, Fernando Adrián –de celeste y plata, vestido de banderillero– y Pablo Aguado –de riguroso luto por el aniversario: catafalco y oro, capote de paseo negro bordado en azabache. El único vestido apropiadamente–. Tres toreros de tirón, pero de tirón de orejas.
Del arbóreo matador Manzanares no diré nada destacable. Sigue como siempre: hombre efectivo con la espada, pero más allá de eso: toreando con el pico, despegado, apático y medroso. Estocada entera recibiendo a su primero, entera trasera al volapié a su segundo. Silencio y silencio.
Fernando Adrián ha bajado su listón, ahora por lo visto tampoco merece la pena ajustarse con los toros. En quites pegando trapazo, sin templar y tocándole los trapos los toros en todo momento. Urge que los matadores se replanteen aprender a torear con el capote. Con su primero, que no embestía dos veces sin caerse, alargó sin sentido tras matarse el medio-toro en el caballo. Antes tampoco es que tuviera demasiadas fuerzas, pero no le ayudaron los puyazos. Dos pinchazos y estocada entera en mitad del lomo. Silencio. Con el quinto más de lo mismo. Un toro cumplidor a penas en varas, tomando un primer puyazo apretando a media altura y con poco celo, aunque la entrada fuera muy espectacular. En el
segundo apretando abajo, pero con un pitón nada más. Muy normalito. En la muleta se vino arriba, repetidor y embistiendo mejor en la larga distancia. Humillador y pronto, un buen toro comparado con el resto de la tarde donde sólo vimos animales que podrían ser de cualquier raza de carne de media casta. Quizá por eso la gente se volvió loca. Fernando Adrián igualmente estuvo despegado, lo vimos peor que el año pasado, más medroso y ajustándose menos. Hubo dos naturales bastante buenos y una trincherilla de cartel, todo lo demás fue acompañar la embestida de un toro que fue un santo barón, colaborador hasta el exceso. No es esto lo que se busca. El motor, si no hay casta… no vale nada, le vale sólo al torero, y si encima no vemos torear con el gusto que merece: ¡Apaga y vámonos! En fin, Fernando Adrián estuvo terrible con la espada. Media estocada metisaca, media estocada arriba y tres descabellos tras aviso. Se pegó una vuelta al ruedo por la cara, el justo premio era saludar desde el tercio cariñosamente.
Y aquí viene lo vergonzante: el 7 y el 6 alto, las andanadas y las gradas (excepto la del 6) de sol pidiendo la vuelta al ruedo del quinto toro. Un toro que fue a peor en varas y del que no vimos un tercer puyazo de desempate, y que además fue un carretón con motor McLaren. Qué diferencia con Brigadier, un toro siempre a más en varas, encastado –o sea, embistiendo sin inercias– y que si acabó agotado fue por un puyazo caído en el pulmón de efecto terrible. En fin, que nos dan la mano y cogemos el brazo, y el complejo de ausencia se agrava por momentos hasta que desemboque en un absurdo indulto o en un absurdo rabo. Lo que pase antes.
Pablo Aguado dejó lo estéticamente mejor de toda la tarde: un quite al segundo de la tarde por verónicas templadísimas y una media de museo. Luego con sus toros estuvo pues como cabría esperar castigándolos tantísimo en varas: imposible. Con mucho gusto, eso sí, pero imposible. Todo lo más que le vimos fueron un trincherazo ajustadísimo y dos naturales. Casi igual que a F. Adrián. Mató sus toros mal, otro pinchauvas. Cinco pinchazos y dos descabellos tras aviso al tercero. Media estocada arriba trasera y un descabello al sexto. Pitos y silencio.
Menos mal que hoy sábado tenemos descanso con los rejones. Una tercera tarde de petardo no lo aguanta ya el cuerpo. En fin, el domingo más y mejor, y espero que con más cabeza. Los toros de La Quinta, que ya están en los corrales, y Uceda Leal, Luque y De Justo nos depararán –espero– una tarde de nivel más alto que estos dos últimos días. Mientras tanto, hagamos examen de conciencia, que parece que últimamente pecamos demasiado.
~ R. A. M. M.