Plaza de toros Campo Pequeno de Lisboa. Lleno de no hay billetes.
Antonio Ribeiro Telles (vuelta y vuelta); Luis Rouxinol (vuelta y vuelta); y Pablo Hermoso de Mendoza (vuelta y vuelta). En Portugal en vez de orejas se dan vueltas.
Toros de Antonio Charrúa.
Llegó una de las fechas claves para la temporada 2024:la despedida de la catedral del toreo a caballo del rejoneador más importante de la historia. El maravilloso escenario colocó el cartel de “esgotado” (No
hay billetes) desde hace cuatro días; no lo recordaban ni lo más viejos del lugar.
Pablo de despedía de la plaza donde más se entiende de toreo a caballo, donde hace dos décadas
le “acusaron” de llevarse la patria del toreo a caballo a su Navarra natal. Una plaza con la que mantiene un idilio: siempre estará presente en Campo Pequeno y por su puesto, Campo Pequeno siempre formara
parte del corazón del jinete de Estella.
Esta noche se lo reconocieron, primero el público con el llenazo histórico, y luego en el propio ruedo la Associacao Portuguesa dos Criadores de Cavalo Pura Sangue, Lusitano con un homenaje en el intermedio del festejo y con un espectacular pasillo de jinetes. También la empresa organizadora, por medio de su representante Luis Pompeiro, entregó al navarro un reconocimiento, así como las Tertulias Taouromaquicas.
Antes de esto, Pablo había lidiado a su primer toro, astado que no se quiso sumar a la fiesta de Hermoso y complicó bastante sus evoluciones. Pablo presentó en este toro una cuadra muy nueva, con el debut de
PORTOBELO en un coso tan importante y con JIBARO actuando en banderillas, tercio no muy habitual en el caballo. Ambos estuvieron bien, si bien como hemos dicho el toro no les dejó lucir a plenitud en
ambas lidias hubo muchos detalles de calidad, sobre todo en los embroques.
Pero lo mejor estaba por llegar en el sexto y las emociones en subir de decibelios. El adiós se palpaba y se sentía en un ambiente que no quería perder detalle de las evoluciones de Pablo en este su último toro. Pablo salió despacio cruzó la plaza y solicitó el micrófono de la plaza para a través de él brindar este su último toro al público lisboeta, al aficionado portugués que lo acogió y lo adoptó como suyo y a la que él denominó como la Catedral del toreo a caballo le agradeció todo el apoyo y la entrega de estos años. Con el público en pie se fue a los medios y brindó a los presentes un toro que tenía un excelente galope y que pronto se comprobó cuando con NOMADA lo fue parando, mimando y templándolo en redondos. Todo era vivido en los tendidos con una expectación que provocaba un silencio que se podía cortar. Nadie quería ni parpadear para no perderse un trincherazo de BERLIN o esos abanicos preciosos con la cola formando preciosas hermosinas. Aquí se rompía por momentos el silencio y la plaza explotaba pero enseguida volvían a ese respeto que pocas veces hemos sentido en una plaza de toros.
Final apoteósico con Pablo descabalgando de BERLIN en el propio ruedo, acompañando a su compañero hacia el patio de caballos y recibiendo la merecida ovación de un público que ya no podía mantenerse sentado. Ultima y emotiva vuelta al ruedo del navarro, en la que no faltó el pañuelico rojo al cuello lanzado por unos paisanos navarros y en la al final de la misma, los cavaleiros presentes en la plaza, incluso los dos actuantes, saltaron al ruedo para sacar a Pablo a hombros por última vez del Vaticano del toreo a caballo.
Jesús Javier Corpas-Mauleón