13 de noviembre de 2024

¿Quién fue Marcial Lalanda?

Marcial Lalanda del Pino. Matador de toros español, nacido en Vaciamadrid (Madrid) el 20 de septiembre de 1903 y muerto en la capital de España el 25 de octubre de 1990.

Marcial Lalanda nació en una de las viviendas rústicas de la finca «El Porcal» (Vaciamadrid), conocida popularmente como la «Casa del Árbol»: «la llamaban la Casa del Árbol porque tenía un olmo centenario que medía de dos a tres metros de diámetro».​ Era el nuevo hogar familiar través haber vivido en Barajas, El Escorial y el propio Madrid, al recibir su padre trabajo como mayoral del ganado situado en esta finca, propiedad de la azucarera de La Poveda.

De esta manera, y desde su infancia, el pequeño Lalanda tuvo contacto con el mundo taurino dado que, tan solo tres años, la familia se trasladó hasta Arganda del Rey para trabajar en el nuevo negocio familiar: una carnicería de carne de toro de lidia, cuyas carnes las compraba el padre de Marcial procedente de las novilladas que se celebraban en los pueblos del valle del Tajuña.

Además de esto, el ambiente taurino estaba ampliamente desarrollando en la familia Lalanda. Y es que, el padre de Marcial, antes de dedicarse a la industria cárnica había sido mayoral en la finca de toros bravos que el ganadero Enrique Gutiérrez tenía en Salamanca así como la de Ildefonso Gómez, en El Escorial, donde fue «celoso encargado y cuidador». Un trabajo que desempeñó también en la antigua plaza de toros de Fuente del Berro, como mayoral durante la gestión empresarial de Perico Niembro.

Sin embargo, la vocación como torero de Marcial Lalanda la señala el periodista catalán Liviano Ruvenat quien dice cómo se hizo torero por seguir el ejemplo de sus dos hermanos, Eduardo y Martín Lalanda, banderillero y novillero, respectivamente. El mayor de sus hermanos, Eduardo, precisamente acabará formando parte de la cuadrilla de Marcial después de su alternativa.

El ambiente taurino, además, lo tuvo en otras esferas de su ámbito familiar: su abuelo había sido mayoral y administrador de la ganadería del duque de Veragua durante más de treinta años y su primo Pablo Lalanda, matador de toros y con el que compartió cartel durante los primeros años de su carrera.

Hijo de un mayoral de la ganadería de don Enrique Salamanca, y hermano de dos toreros -Martín y Eduardo Lalanda- que dirigieron sus primeros balbuceos en el difícil Arte de Cúchares, Marcial vivió en su infancia y en su entorno vaquero un ambiente taurino que le llevó a torear un becerro a los nueve años de edad (en la finca del ganadero segoviano don Luis Baeza, el 24 de junio de 1913), y a matar sus dos primeros becerros cuando sólo contaba con once años. El primero lo lidió en Alameda de la Sagra (Toledo), el 14 de agosto de 1914; el segundo, al que mató en la capital de la provincia el 8 de noviembre de aquel año, le proporcionó su primera salida a hombros, pues de esta guisa fue llevado el niño Marcial hasta la plaza de Zocodover.

Pero esta precocidad quedó truncada por la disposición ministerial que impedía torear a los menores de dieciséis años. Marcial reapareció como novillero en 1919, anunciándose en los carteles junto a su primo Pablo Lalanda Gutiérrez, con quien formó “sociedad” para lidiar durante aquel año y el siguiente en plazas españolas y lusitanas. Se presentaron en Madrid el 24 de junio de 1920 con novillos de Veragua y repitieron el 8 de agosto ante ganado de Villamarta. Marcial cortó dos orejas y salió a hombros por la puerta grande, lo que le permitió culminar aquella temporada y comenzar la siguiente con un sitio reservado en las principales ferias del país.

Frente al toro Pichuchi, de la ganadería de Rafael Surga, tomó la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1921, apadrinado por Juan Belmonte y en presencia de Manuel Jiménez Moreno, “Chicuelo”. El año siguiente vivió muy de cerca la parte más dolorosa y trágica de la Fiesta: el 21 de abril, en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, compartió cartel con Manuel Vare García, “Varelito”, a quien un toro de Guadalest le infirió la tremenda cornada que habría de acabar con su vida al cabo de veintidós días de penoso sufrimiento. Entre tanto, Marcial confirmó la alternativa en Madrid, el fatídico 7 de mayo de 1922, apadrinado por Juan Luis de la Rosa, quien le cedió el toro Misionero, de la ganadería de Veragua, en presencia del infortunado diestro valenciano Manuel Granero. Una parte de la afición levantina culpó a Marcial Lalanda de la muerte de su ídolo, porque cundió el falso rumor de que el torero madrileño había andado algo tardo y remiso a la hora de hacer el quite a Granero cuando el toro Pocapena lo llevaba, corneándolo sañudamente, hasta debajo del estribo, donde le hirió mortalmente en el ojo derecho. Lo cierto es que, según cuentan los cronistas más fiables, Marcial fue el primero en llegar con el capote, lo que no impidió la fatal cogida de Granero; y añaden estos revisteros que Marcial fue el encargado de estoquear a Pocapena, ya que su padrino de confirmación había resultado herido y estaba, en aquel duro trance, en la enfermería de la plaza. No fueron estas dos las únicas cogidas mortales que acaecieron en presencia de Marcial, ya que éste también compartía cartel con Manuel Báez, “Litri”, y con Francisco Vega de los Reyes, “Gitanillo de Triana”, cuando ambos recibieron las cornadas que acabaron con sus vidas. Él, en su larga carrera profesional, sufrió cuatro cogidas graves: en Madrid (1924), en Zaragoza (1925), y en Toledo y en Valencia (1927).

En 1923 y 1924 estuvo en los primeros puestos del escalafón y siguió progresando hasta 1927, año en que realizó una de sus temporadas más triunfales. El 29 de agosto de 1929 protagonizó una tarde memorable en la plaza de toros de Barcelona, en la que se encerró en solitario con seis astados de la ganadería de doña Enriqueta de la Cova. Brilló con el capote a una altura insuperable, de lo que pueden dar testimonio los ¡veintiún quites distintos! que exhibió ante la rendida admiración de la entonces numerosa afición catalana. Él fue el inventor del celebérrimo quite de la mariposa (que en un principio se llamó de la falda), consistente en citar al toro con el capote echado a la espalda, y llevarlo galleando en zigzag, llamándolo alternativamente por el costado izquierdo y el derecho del torero, pero sin dejarle pasar por ninguno de ambos lados.

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