Ay la resaca… Qué caritas traían hoy algunos parroquianos de Bébete Las Ventas, y qué buena caja debe estar haciendo Rafael G. Garrido con los cubalibres que se derraman últimamente en el granito de Madrid. Los aficionados también sufrimos de resaca. Una resaca de estas cabezonas, resaca de vino mesetario duro y cabezón que pone la cabeza a reventar. Tal fue el inicio catastrófico de San Isidro que no hubo manera de evitarla, ni el socorrido Ibuprofeno antes de acostarse. De esta guisa se ha perfilado elsegundo festejo isidril: ventoso, frío, nublado y, encima, resacoso.
Toros de El Pilar, pesadores –media de 591 kilos de la corrida–, en general de buena presencia salvo el sexto –con menos cara–, y de juego variado pero en general flojos. Quinto y sexto devueltos, sobreros de Castillejo de Huebra y Villamarta respectivamente. La terna: Diego Urdiales –de catafalco y oro–, David Galván –de Chenel y oro– y Víctor Hernández –de grosella y oro–.
Urdiales, por desgracia, hace tiempo que no está. Le esperamos porque es un torero al que esperar, pero es el capitán del barco de Juan Ortega: siempre sin opciones. Cierto es que hoy con el cuarto toro, un animal de embestida emocionante pero algo flojo de fuerzas, podría haber hecho algo pero hacía muchísimo viento. Estocada delantera caída. Con el primero de la tarde, toro flojo, sin fuerza alguna, y descastado, estuvo voluntarioso e intentándolo pero no hiló las posibilidades del toro a media altura y acabó matando de un pinchazo arriba, una estocada entera caída y tres descabellos. Silencio en sus dos toros.
David Galván, embebido en esta espiral tonta de intentar superar una horterada mayor cada día, lució un corbatín y una faja dorados. El corbatín de Freixenet, aunque no sé yo cómo le quedarían al matador los leggins dorados de las nadadoras de sincronizada. Yo pensaba que después del traje Stabilo y plata del otoño pasado lo había visto todo, pero se ve queno. Con el segundo de la tarde estuvo muy bien el gaditano, más centrado en el toreo fundamental y sin abusar del accesorio, que usó sólo para darle color en determinados puntos a la faena. El toro era un poco mula, y aunque iba largo también protestaba el engaño. Pocos pases vimos limpios, pero los que vimos valieron mucho. Mucho, mucho. Estocada entera contraria. Dos avisos. No se puede pedir una oreja tras dos avisos, los isidros una vez más demostrando lo bajo que traen el listón este año. Con el quinto, un noble animal murubeño que metía bien la cara pero la sacaba por alto y desentendido y que murió con la boca cerrada, estuvo bien pero peor que en el primero, ahora sí muy poco centrado en darle al toro lo que pedía y más en hacer el teatrillo para ver si arrancaba una oreja a base de alardes. Menos mal que teníamos en el palco al Sr. Sanjuán, un hombre recto y de criterio claro: si la espada no está como Dios manda, no hay oreja. Luego, con una estocada arriba pero bastante trasera, no hay premio. Vuelta al ruedo y vuelta al ruedo.
Víctor Hernández nos demostró ayer que lo veremos muchas veces más. Qué maravilloso es ver a un chico con ganas y que sabe torear. El tercer toro, un número 961 ni más ni menos, fue un animal duro, encastado, bravo, tobillero hasta la saciedad y revoltoso, con la inteligencia propia de la casta. Quizá un error para el ganadero, pero si ese número altísimo lo ha marcado para controlar los productos de algún experimento… que no los deseche, porque igual es el camino para salvar del matadero una ganadería que está al nivel de cualquier otra de limousines. Fue también el de mejor nota en varas, pese a ser igualmente mediocre. Total, que al difícil toro tercero el –casi– alcarreño Hernández le hizo una faena de poder, de tragar, de aguantar para al final sacarle diez pases de una calidad estupenda –una vez el toro claudicó y se decidió a entregarse–. Estocada casi entera desprendida. Con el sexto bis, Riojanillo de Villamarta, número 26, y que se tiró dos años en el Batán, vimos una lidia excelente por parte de Jarocho padre quitándole el rocío al toro. El animal valía y era encastado en la muleta, pronto en los primeros compases para ir poco a poco parándose y pensando. Animal siempre en pelea, no regalaba nada. El pitón mejor claramente fue el izquierdo. En la faena de muleta Hernández se puso firme y asentado, además de valiente, y le sacó unos cuantos pases muy buenos, aunque brilló un natural por encima de todos por lo templado y ajustado. Tres pinchazos arriba y una estocada muy caída y trasera tras aviso, y las opciones de Puerta Grande se esfumaban. Aún así dejó un excelente sabor de boca. A Clemente y a Víctor Hernández nos gustaría verlos acartelados juntos con una de José Enrique Fraile de Valdefresno, por ejemplo.
De nuevo otro día sin un puyazo ni medio decente y masacrando toros en varas por hacerles las cosas mal: segundo, tercero y sexto. Señores picadores: se pica en el morrillo. No en la cruz, no en el lomo, no en la paleta. En el morrillo, que es donde se ahorma la embestida del toro y se le hace menos daño, y si el toro tiene que entrar cuatro veces pues que entre cuatro veces. Cualquiera diría que parecen ustedes funcionarios, o sea, la mínima expresión de un trabajo remunerado. Además, déjenme repetirles otra vez que barrenar al toro está mal. Sí, está mal, está feo, niños malos. A ver si así lo entienden de una puñetera vez, aunque mucho me temo que con el Buey Apis no tenemos posibilidades de entendimiento queridos lectores.
Total, un día más pero ayer efectivamente fue mejor, pues vimos una dimensión de Víctor Hernández que quisiéramos muchos ver de forma habitual. Dijo en los micrófonos de Telemadrid: cuando uno está tieso no le queda otra. Pues sí y no, hay que arrimarse y exprimir los toros siempre.
Siempre, unos tendrán más y otros menos, pero siempre hay que fajarse con ellos, que para eso es su oficio. De poco sirve el torero que no ve nunca el toro –y que tome nota Juan Ortega–, pero ayer Víctor Hernández sí lo vió y venció claramente a la tónica de triunfitos que se perfilaba para esta feria.
¡Victoria! ¡Victoria!
~ R. A. M. M