Hacía tiempo que no nos veíamos las caras, amigo lector —o lectora, que hoy viene muy al caso la puntualización—. Tenía ganas, pero faltaron tiempo y temas en los que inspirarse, aunque no ha habido
pocos que me suscitasen el hambre periodística. Por aquel 9 de Agosto publiqué la última parte de un ensayo llamado Antimonárquico, al que es probable que me refiera hoy. En fin, que nos volvemos a ver para ponerle el rabo al toro, en vez de al burro, aunque quizá deberíamos decir mejor cortárselo. ¿Por qué? Pues bien, porque venimos a hablar sobre el festival “Madrid torea por Valencia” organizado por el CAT de la Comunidad de Madrid —aunque todos sepamos quién más ha metido mano por ahí.
Tres novillos, o mejor novillejos, de Garcigrande (1º, 2º y 7º); uno más de la casa con el hierro de Domingo Hernández (5º) que, al caso, la misma basura es que lo de Garcigrande; uno de Jandilla (3º), uno de Cuvillo (6º) y otro del Freixo (4º), o sea, del Juli. Todos novillos de desecho, lógicamente para un festival, pero alguno como el primero de auténtica vergüenza incluso en plaza de segunda categoría. Los de Jandilla, D. Hernández y El Freixo estaban mejor hechos. Aclaro también antes de nada que se trata de un festival con picadores, pero no referiré como habitualmente hago los puyazos porque en la mayor parte de casos han sido simulados y llegando el 7º novillos fueron inexistentes, pero de este animal hablaré en su momento. Algo que me ha llamado la atención, y a cualquier buen aficionado se la ha llamado también, es que curiosamente con la misma puya y con utreros, y con un solo puyazo, a ningún toro le ha llegado la sangre a la pezuña como las carnicerías que los trituradores humanos que se suben habitualmente en los caballos de picar perpetran en el primer puyazo tarde tras tarde en Las Ventas: barrenando, reventando y masacrando la bravura de los pobres toros que si aguantan es por su infinita y admirable casta. No quiero ser soez, pero cualquiera diría que los picadores son (con muy honrosas excepciones que conozco) más animales que el toro, por no decir algo más contundenten que es lo que se merecerían. Vamos al tema de los matadores (que, aunque aliviándose, han matado los toros).
Voy a quitarme de un plumazo lo peor de la tarde. Ponce, Castella, Manzanares y Talavante. Ponce se llevó al inválido de turno que abrió la boca mientras esperaba a que saliera el caballo y ya no la cerró. No pudo hacer nada con lo que había elegido. Eso pasa por elegir inválidos. Castella tuvo probablemente el toro de la tarde, que cumplió en varas recargando y desarrolló casta durante el inicio de la faena hasta que se rajó y cantó la gallina. Estuvo bien con el capote el francés, y un buen inicio de faena le valió una oreja con una estocada muy trasera, casi en mitad del lomo, pero efectiva. A Manzanares se le pitó, y con razón: ¡qué tío más pesado! El de Jandilla fue un manso encastado con poca fuerza y, con eso, un torero tan corto como “Ozemari” no sabe hacer nada. De hecho, le vemos hacer algo tan pocas veces que se nos
ha olvidado. 22 años de alternativa tiene la criatura. Lo mismo le pasa a Talavante, que debe ser que se está volviendo una mezcla entre friki y vividor. Tal que un día lo vemos en una cursilada de bar “anime” japonés como al siguiente acompaña a Topuria a combatir en USA con las pintas de un puerta de Pachá en horas bajas. ¡Qué poca torería queda, Dios mío, si hasta vestidos de corto la mayoría parecía que iban disfrazados! Sólo se salva Ponce que, otra cosa no sé, pero elegante es el tío. En fin, que por ir caldeando el ambiente y por cuatro pases en que el novillo no le tocó las telas, y con una estocada tendida pero entera, Tala le cortó las dos orejas al del Freixo, al que le dieron la vuelta al ruedo.
Excesivo todo a todas luces. Con saludar en el tercio iba que se sobraba el extremeño. Para colmo, en un desplante, Talavante tiró muleta y espada frente al animalito encogido, desmochado y mermado en su casta por culpa de un mal ganadero. El colmo de los esperpentos, eso se lo haces a los toros, con ese pobrecillo ya podrás figurita. Total, que nos metemos de lleno en los tres últimos toros.
El de D. Hernández fue un toro boyante, una babosilla que hacía el avión al embestir pero sin maldad ninguna, además de ser nulo en el caballo. Pues bueno, también le dieron la vuelta al ruedo. Claro que se encargó Fdo. Adrián de cortarle otras dos orejas holgadísimas a través de escorzos imposibles, una buena tanda de rodillas (la única en que llevó obligado al animal) y una colocación francamente infumable. Y pensarás, amigo lector: “Qué más dará, hombre, es un festival”, pero amigo si en los festivales que es donde uno puede estar cómodo y ajustarse, hartarse a torear bien, porque son novillos y van afeitados (aunque el reglamento sólo contemple el despuntado en estos festejos), hacen estas memeces en la faena, pues en las corridas ya es para colgarse uno. El siguiente fue Roca Rey, o mejor dicho “ Stone King”
que lo rebautizamos en el ensayo antes referido, lógicamente porque aquello en lo que Roca es bueno no ha querido enseñarlo en toda la tarde. El espectáculo ha sido vergonzoso, y si el novillo estaba en los
medios en Vistalegre, Roca le echaba la muleta en el embroque desde Gral. Ricardos. El novillo fue desecho, un marmolillo más de Cuvillo, pero Roca estuvo peor, pegándose un arrimón vergonzoso al animalito afeitado y mermado por la mala selección de su criador. Como dije con Tala: eso con los toros. Saludó desde el tercio una ovación, pero por ser vos quien sois, porque estuvo de silencio por lo menos. La última en liza fue la novillera Olga Casado, y aquí viene el meollo, el fango que dirían algunos políticos. No creo que haya visto ni vaya a ver una actitud más casposa, más atrasada y menos justa con nadie en mi vida taurina. Según se estaba preparando la chica para recibir al toro la plaza, como si de
repente se hubiera vuelto gilipollas toda ella, la obliga a saludar una ovación (si llega a ser el bueno de Chicharro no lo hacen), y así, con una exageración tras otra como si fuera un niño tonto que hace alguna
cosilla bien fue la plaza exagerando todo lo que hacía Olga Casado por el mero hecho de ser mujer torera. Sinceramente fue un momento de verdadera vergüenza ajena. Parece que no se ha enterado la gente, pero aquí gracias a Dios tenemos un elemento que lo iguala todo, no necesitamos Ministerio de Igualdad, y es el toro. Y al toro le da igual que se llame Pepe Suárez u Olga Casado, el toro coge, el toro mata y el toro hiere por igual a hombres y mujeres, y no hace falta que una panda de borrachos fiesteros —y borrachas fiesteras, que había muchas— que se piensan que ir a los toros a ver a una chavala torear es como ir a ver el fútbol femenino vengan a ejercer de juez de igualdad con nadie. Ustedes, como el resto hacemos, limítense a juzgar en función del toro que hay delante y, con eso, realmente no hará falta nada más para que la Fiesta, al menos, siga su curso. Total, que Olga Casado es una más de
tantos chavales que salen de las escuelas. No dijo nada y se enfrentó a un ¿utrero? que venía picado de casa (ni un picotazo le dieron, fue un simulacro en toda regla) y templado desde la finca también. Algo hay que reconocerle a la chica: fue la única que realmente se ajustó al animal y se lo pasó por la bragueta como mandan los cánones. Pero vamos, que la histeria colectiva ya reinaba en los tendidos y acabó
cortando las dos orejas y el rabo del animalito, pobrecito, que recibió una buena estocada entera y arriba.
Lo mejor quizá fue la banda de música, la misma que la de Las Ventas, que interpretaron entre otros: Agüero, La Concha Flamenca y Gallito. No sé por qué en la Monumental tocan Plaza de Las Ventas
(horroroso pasodoble) en el paseíllo y, en cambio, Vistalegre que es plaza de segunda tocan el extraordinario Suspiros de España. No pedimos ni lo uno ni lo otro, y ya que sois tan rencorosos como la Real Maestranza para no poner Gallito, por lo menos que suene España Cañí, pasodoble que ha sonado en los paseíllos de Las Ventas desde hacía décadas.
Por esta tauromaquia nos quieren hacer pasar, por la tauromaquia del fastfood emocional y artístico en que tiene más valor un plátano pegado a una pared que un Villegas original. La tauromaquia Burguer King, esa farsa de tauromaquia gourmet para paladares anestesiados mientras los chefs del atropello ético contra el toro se llevan nuestro dinero y, peor, nuestra ilusión, vendiendo un “Cuidemos lo nuestro” para mantener la chalupa a flote mientras puedan, no vaya y sea que su fama de vividores se los acabe por comer también a ellos. En fin, lector amigo, nos veremos espero que pronto de nuevo, en algún ejercicio de afición durante el invierno, y si no pues nos encontraremos la temporada que viene.
R.A.M.M.