6 de julio de 2024

Patio de arrastre (II): ¡Gloria, gloria!

Por tanto, yo le daré parte con los grandes,
y a los fuertes repartirá despojos;
por cuanto derramó su alma hasta la muerte,
y fue contado con los rebeldes,
habiendo él llevado el pecado de muchos,
y orado por los transgresores.
~ Isaías, 53:12

Hoy vengo a hablarles de la esencia del toreo, del eje de la Fiesta de los Toros. Lo que nos ocupa hoy en esta columna, o en parte de ella, no es ni más ni menos que un toro bravo.

Todo en Experto era belleza, todo él era una obra de la genética brava: el morrillo prominente, el hocico afilado, los pitones mirando hacia una gloria que estaba predestinado a alcanzar.Todo en Experto era belleza, y bravura, y nada más salir a la arena bajo una tórrida tarde madrileña demostró en los capotes la casta y el torrente de sangre que llevaba dentro. Peleó en varas arrancándose en la distancia y empujando al jaco con la cara metida bajo su panza y recargando la embestida en los riñones. Apretó a los banderilleros con los palos, y llegó a la faena de muleta con la boca cerrada, esperando encontrarse a un Borja Jiménez que le hiciese frente. El número 29, guarismos marcados a fuego en el lomo del helénico animal, estaba presto a la batalla. Pronto en la embestida, codicioso en la pelea, humillador en el viaje, peligroso en la salida. La casta se le derramaba por cada uno de sus pelos al extraordinario Experto de Santiago Domecq, que embestía a la muleta de Borja Jiménez con la entrega del que sabe su destino y sólo está dispuesto a aceptarlo una vez perdida la batalla. No existen palabras para describir la emoción del combate de un toro bravo, porque Experto fue bravo de verdad, pues su bravura no cabía en la clásica definición de “crecerse ante el castigo”. Pero por desgracia no se encontró delante a un torero con la capacidad hercúlea de dominar semejante terremoto.

Borja Jiménez, que estuvo serio acompañando las embestidas del buen Experto, no hizo más que eso: acompañarlo, y cuando resultó que el toro ya le había ganado la partida, tocaban a matar. Nuestro toro seguía con la boca cerrada y la penca del rabo por todo lo alto, vendiendo cara su muerte. Porque si ha existido un toro que se pareciera al nuestro, ese fue aquel toro mítico con el que Miguel Hernández se comparaba enamorado. Porque como Miguel, Experto también tuvo un corazón desmesurado que hizo pequeño el ruedo de Las Ventas, también nació para el luto y el dolor, también se creció en el castigo, también dejó su deseo, su bravura, su libertad, en una espada. Murió Experto con la boca cerrada, tragándose la muerte y brindando al público una última muestra de su valor como ejemplo de toro bravo. Y aún con su último aliento, mientras el puntillero acaba con su vida de forma definitiva, el rabo aún seguía en alto, como si quisiera volver a levantarse y seguir embistiendo. Gracias Experto. Gracias D. Santiago. Gloria, ¡gloria y recuerdo a los toros bravos!

En otro orden de cosas debemos comentar lo que ha deparado el arranque torista de la última semana de feria. Tres corridas de toros, tres corridas de Albaserrada. Escolar trajo el lunes una floja mansada que, de no ser por Damián Castaño con el peligroso 5º —al que tras una pelea constante le arrancó cuatro naturales y el de pecho soberbios— y por Alberto Sandoval que picó tremendamente bien, hubiéramos pensado de no ser por el pelo cárdeno que estábamos viendo una corrida de Las Ramblas. Los victorinos fueron otro cantar. Corrida muy seria y bien criada que tuvo al menos tres toros de triunfo importantes, pero que no encontraron toreros delante además de la firme oposición de las cuadrillas a la bravura que no sea de Domecq, porque tanto lidias como puyazos, todos ellos, fueron vomitivos. Garañuelo, Japonés y Misterioso completaron una terna de toros bravos de diferente calado. Garañuelo con un pitón derecho que llevaba las llaves de un Mercedes colgando, y con el que Borja no estuvo mal, pero tampoco bien. Japonés que acabó entregado a la embestida como un toro bravo pero del que Ureña no supo ver su evolución y lo mató cuando el toro tenía más que ofrecer. De un estoconazo, por cierto. Misterioso tuvo menos suerte si cabe, pues fue con el que se cebaron las cuadrillas dando un espectáculo nefasto. Pese a todo humilló, tuvo recorrido y fue pronto y repetidor. Borja Jiménez, y van con estos tres, volvió a dejarse dos orejas puestas en un toro bravo. No sé qué le pasa a este chico, aunque también entiendo que no es fácil aguantar a un Julián Guerra comiéndote la cabeza todo el santo día. Ha cerrado este “ciclo torista” isidril, si es que esto es torismo, una corrida de Adolfo bien presentada, pero toda ella tullida. Por H o por B ningún toro de Adolfo ha sacado fuerzas aún con la tarde pasada por agua, pero qué bien vimos a los tres matadores. Ferrera, pese al capote azul de seda, nos regaló un apunte del gran torero que es por naturales en medio de una tormenta que parece que hizo embestir al bravo pero flojo Adolfo. Templado, completamente entregado al toreo hilvanado a media altura, Ferrera nos ha enseñado que de las piedras también se sacan cosas extraordinarias. Escribano por su parte dejó dos estocadas de libro, la segunda cayendo trasera, y una capacidad de tragarle a los toros y exprimir la embestida tremendas ante toros nada fáciles. Un segundo toro de lámina antigua hizo que se fajase a más no poder con él y pudo sacarle algún muletazo largo y mandón además de demostrar el valor que sabemos que tiene yéndose, en sus dos toros, a portagayola. Pero su toreo alcanzó realmente el summum cuando, con un quinto toro que era una pintura pero flojo una vez más, toreó en lo principal —derechazos y naturales— tremendamente bien, bajo un aguacero casi bíblico. Ligado el toreo con molinetes, su clásico pase cambiado por detrás al iniciar la faena y pases de pecho, demostró un valor y una dimensión que el palco no supo reconocer pese a la mayoritaria petición de oreja. La seriedad los días que hay que tenerla señores, que luego pasa lo que pasa… y no en días como estos y con estos toros. Garrido por su parte estuvo bien, firme y con detalles de toreo caro, aunque fue el que menos supo llegar al tendido, aún teniendo toros. El muletazo y la técnica que tiene son buenas, pero le falta templar, y templar es una de las bases del toreo fundamental.

De nuevo quiero dar las gracias a D. Santiago Domecq por criar toros bravos, porque las merece, y debemos como afición agradecer a la terna de los Adolfos su entrega, gusto torero y valor, que de momento con Román han dejado lo más interesante de la Feria.


R. A. M. M.

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