De igual manera que otros deportistas como el gran Miguel Induráin o Feliciano López, numerosos futbolistas han sido y son aficionados a los toros. A bote pronto me vienen a la cabeza Enrique Martín, Chimi Ávila, Nacho, Joaquín, Ramos, Casillas, Carvajal, Juanito…Mas vayamos al ajo.
Situémonos en 1935, una mañana de fiestas en Estella. Trascurría la suelta de vaquillas post encierro. El barullo de los tendidos impidió escuchar el motor hasta la cercanía. Y, cuando lo hizo, uno comentó al vecino de localidad:
— “Míralo, un Breguet XIXB. Supongo que vendrá de la base de Agoncillo”.
Aunque desde el primer vuelo a motor, de segundos, apenas pasaban tres décadas, no era de raro el conocimiento aéreo por algunos estelleses. Y es que un paisano, Julio Ruiz de Alda, había alcanzado fama universal, y lanzado el nombre de la ciudad por todo el mundo al cruzar el Atlántico Sur junto con el comandante Ramón Franco y el mecánico Pablo Rada.
Pero volvamos al ruedo. El aeroplano descendió y, al remontar vuelo, provocó desperfectos en el murete sobre toriles, aunque los cascotes no hicieron mella en nadie. El aparato ganó altura y se alejó. Sobre él, dos intrépidos, el estellés Eugenio Ochoa Astráin y, pilotando, Luis Navarro Garnica, de Allo. Pues bien, este había servido en el Regimiento de Órdenes Militares, unidad con la que, en 1920, llegó el fútbol a Estella. Él y otros militares, que ya lo practicaban en equipos, formarían ese mismo año junto a jóvenes de la ciudad el Sport Club Estellés. Luis Navarro sería presidente del Atlético Aviación (1939-41) y del Club Deportivo Logroñés (1944-45). El Sport Club llevaría, siete años más tarde, al Izarra, cuyos colores decoraron durante años la plaza de toros local; el Atlético Aviación al de Madrid, por eso ante el Wanda Metropolitano se alza sobre pedestal un reactor Hispano Aviación HA-200 Saeta.
Hablando del accidente, se podría bromear que Luis Navarro supiera que quien construyó el coso había sido árbitro, exjugador del F.C. Barcelona y del Español y arquitecto del Estadio de Sarría. Y es que el estellés Matías Colmenares Errea, además de arquitecto con destacadas obras en la corriente Novecentista, hizo todo eso.
Zacarías Lecumberri fue un espada de vida novelesca. Nació en Murueta, Vizcaya, de padres con ancestros navarros. Formado en la Escuela de Náutica de Deusto, compatibilizó su oficio de capitán de la marina mercante (también armador después) con el de matador de toros valiente, aunque bastante heterodoxo. Siempre estoqueaba dejándose acunar por las astas y saliendo por el lomo (algo que sería habitual en Antonio José Galán y que alguna vez practicaría Iván Fandiño, vizcaíno como Zacarías). Tuvo muchas cornadas. En 1911, no pudiendo acudir de torear una corrida en Madrid a participar en una carrera de motos en Bilbao, decidió hacerse aviador, para lo que acudió en 1913 a la escuela que los pioneros Leoncio Garnier y Heraclio Alfaro Fournier acababan de crear en Vitoria. No tenemos más datos de su experiencia voladora, sí de su desempeño por los ruedos y la muy extensa naval. Entre muchas otras cosas, participó gobernando un mercante en el Desembarco de Alhucemas; y en 1936, con el buque Teresa, de su propiedad, en los primeros transportes del Ejército de África, además de otras misiones durante toda la guerra.
En la polifacética vida del gran Ignacio Sánchez Mejías se unieron aire, fútbol y tauromaquia. El diestro fue el primer espada en desplazarse a sus corridas en avión. Para ello se formó como piloto, construyó una pista en su mítica finca de Pino Montano y adquirió un Fokker. Después impulsó la creación de un aeródromo en Sevilla y una compañía de dirigibles que lo unieran con Buenos Aíres. Suspendidos ambos proyectos por la II República, habría que esperar a 1940 para que Lisardo Pérez comandara el primer avión de Iberia que enlazaría España con América por Argentina. También ese gobierno quitaría el contrato de realizar la cartografía aérea de España a la compañía Fotogramétrica de Ruiz de Alda, puntero proyecto que habría de esperar a la posguerra. Pues bien, Ignacio sería elegido presidente del Betis Balompié, lo que le valdría su expulsión del Sevilla del que era socio. Sánchez Mejías impulsó mucho al Betis, club en el que hoy juega José Antonio Morante, hijo de El Genio de la Puebla. Ignacio fue gran amigo del general navarro Sanjurjo, a quién despidió camino de su exilio portugués en 1934 y que fallecería en accidente al despegar su avión de regreso a España de 1936.
Sobre el destino de los citados, Sánchez Mejías fue herido de muerte ese mismo 1934 por el toro Granadino en Manzanares. Colmenares compartiría con Ruiz de Alda el ser asesinado en por milicianos izquierdistas, el primero en Moncada y el segundo en Madrid. Matador descendiente de ambos, Marcos
Ruiz de Alda Sánchez Mejías se anunciaría en los carteles como Marcos Sánchez Mejías. Lecumberri falleció el 9 de agosto de 1960, a los 73 años, en el puente de mando del Pedro de Valdivia que capitaneaba, volviendo de Guinea Española, no pudiendo cumplir su deseo de acudir a la feria con que
Bilbao celebraba las bodas de oro del Club Cocherito. Había recibido las cruces del Mérito Militar, del Mérito naval y la Medalla del Trabajo. Luis Navarro llegaría a Jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire. Eugenio Ochoa, a coronel de la Guardia Civil.
Y cómo no recordar a un inglés venido del Liverpool a Osasuna y que se quedó para siempre en España. Cuando no se habían popularizado las coreografías para celebrar los goles, el carismático Michael Robinson lo hacía siempre toreando. ¡Olé!
JESÚS JAVIER CORPAS MAULEÓN