El rejoneador Francisco Javier Rodríguez ha cerrado una temporada memorable en tierras peruanas, consolidándose como una de las figuras más destacadas del toreo a caballo en el circuito andino. Con siete festejos en su haber, trece orejas cortadas y un toro indultado, el jinete venezolano ha dejado una huella profunda en las plazas de Ollachea, Tayacucho, Asillo, Antauta y Taraco.
Pero más allá de las estadísticas, lo que verdaderamente marca esta campaña como histórica son los cinco escapularios de oro obtenidos, galardón que en la tradición taurina peruana representa el máximo reconocimiento otorgado por las comisiones de fiesta a los triunfadores absolutos de cada feria. Lograr uno ya es motivo de orgullo; conquistar cinco en una sola temporada es señal inequívoca de dominio, arte y conexión con el público.
Rodríguez, que ha sabido conjugar técnica, temple y espectacularidad en cada faena, ha sido ovacionado por multitudes que reconocen en él no solo al torero eficaz, sino al artista que honra la liturgia del rejoneo. Su capacidad para lidiar con solvencia toros de variada procedencia, y su sensibilidad para entender el ritmo de cada plaza, han sido claves en este recorrido triunfal.
El indulto de un toro —gesto que habla tanto del bravío del animal como del respeto ganado por el torero— añade un matiz simbólico a esta campaña, una de las más completas realizadas por un rejoneador extranjero en Perú en los últimos años. Francisco Javier Rodríguez ha firmado con esta temporada una página dorada en su carrera en territorio inca.
Carlos Alexis Rivera

